
La idea detrás del Día Internacional del Beso es que al parecer muchas personas han olvidado los simples placeres asociados con el beso por el beso mismo, a diferencia del besarse como mera formalidad social o como preludio de las relaciones sexuales o de otras actividades. El besarse puede ser una experiencia gozosa y placentera por sí misma. Es una expresión de la intimidad.
También ha funcionado como contrapeso a prohibiciones que existen en algunas ciudades y en algunos países que impiden que las personas se besen o incluso se abracen: por ejemplo, el caso de un profesor que fue arrestado unas horas en la ciudad de León, en el estado de Guanajuato, en México.
El Día Internacional del Beso no es aún tan comercial como el Día de San Valentín (día del amor y la amistad).
Algunos expertos afirman que si hay suficiente atracción entre dos personas que se besan, el cuerpo provoca procesos químicos similares a una sobredosis de anfetaminas. Por ejemplo, durante un beso intenso:
Suben los niveles de dopamina, sustancia asociada con la sensación de bienestar.
Suben los niveles de testosterona, hormona asociada al deseo sexual.
Se segrega adrenalina.
Aumenta la presión arterial.
Aumenta la frecuencia cardíaca.
Por todo esto, los especialistas piensan que en un caso extremo, de fuerte pasión y conexión, un beso podría llegar a causar un desmayo.
Curiosidades
Días como hoy son ideales para registrar récords de besos. Así ocurrió en 1990 en EE.UU., cuando un estadounidense, Wolfram, besó a 8001 personas durante ocho horas.
El beso más largo jamás dado en la gran pantalla tuvo como protagonistas a la ex esposa de Ronald Reagan, Jane Wyman, y a Regis Toomey en la película “Ahora estás en el ejército”. El beso que se propinaron duró 185 segundos, el 4% de la duración del filme.
Por su parte, la película de 1926 “Don Juan” de “Warner Brothers” contiene la mayor cantidad de besos: 191 en total.
El primer beso ‘de película’ se remonta a 1896: se trata de un clip de 30 segundos de Thomas Edison titulado “El beso”.
Los científicos consideran que besarse con regularidad puede tener efectos terapéuticos, ya que un beso largo y apasionado no sólo reduce la presión arterial, sino la cantidad de colesterol en sangre, disminuyendo así el riesgo de sufrir un ataque cardíaco.
Recientemente ha aparecido una ciencia que estudia las características fisiológicas y psicológicas de un beso y que recibe el nombre de filematología.
Se desconoce cuándo la humanidad decidió besarse, pero las referencias más antiguas datan del año 2,500 a.C., en las paredes de los templos de Khajuraho.
Según el sitio RT, una de las teorías sobre el origen del beso proviene de la mitología griega. “Según la leyenda, los seres humanos tenían cuatro brazos, cuatro piernas y dos cabezas. Un día, furioso por la arrogancia humana, el dios Zeus la dividió en dos partes, la femenina y la masculina. Según el mito, la única posibilidad de volver a unirse es a través del beso”.
Retomando el aspecto médico, se dice que besarse no solo permite pasar un agradable momento, sino que según los últimos avances médicos, un beso estimula la parte del cerebro que libera oxitocina en el flujo sanguíneo, creando una sensación de bienestar. La oxitocina es una hormona que influye en funciones básicas como enamorarse, orgasmo, parto y amamantamiento, está asociada con la afectividad, la ternura y el acto de tocar.
Además, los besos apasionados provocan la liberación de adrenalina en la sangre, la que a su vez aumenta el ritmo cardíaco, la tensión arterial y el nivel de glucosa en la sangre, disminuyendo así el riesgo de sufrir un ataque cardíaco.
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